Señor, tú me examinas, tú me conoces.
Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la distancia me lees el pensamiento.
Mis trajines y descansos los conoces; todos mis caminos te son familiares.
No me llega aún la palabra a la lengua cuando tú, Señor, ya la sabes toda.
Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu mano. Conocimiento tan maravilloso rebasa mi comprensión; tan sublime es que no puedo entenderlo.
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